Comparar no educa, presiona

Vive la vida que deseas

Hay algo sutil —y a veces no tan sutil— que se repite en muchos parques, gradas, reuniones escolares o fiestas familiares: la comparación constante entre hijos.
“Mi hijo ya lee solito desde los cinco.”
“La mía mide ya más que su prima.”
“Es que el nuestro está en un equipo de alto rendimiento…”

Y así, sin darnos cuenta, muchos padres terminan compitiendo a través de sus hijos.

No es raro encontrar conversaciones entre adultos que, en lugar de compartir desde el acompañamiento o el apoyo, se convierten en una especie de ranking disfrazado de orgullo.
Los niños, que no son tontos, lo perciben. Y lo sienten. Porque aunque no lo digan, saben cuándo están siendo evaluados, medidos… comparados.

🧠 ¿Qué mensaje reciben esos niños?

Cuando constantemente escuchan:
“Fulanito ya sabe hacer esto”,
“¿Por qué tú no lo haces como tu primo?”,
o incluso ven que sus logros solo se destacan si son “más que los del otro”,
el mensaje que se instala no es “me esfuerzo porque me gusta”,
sino: “valgo solo si soy mejor que los demás.”

Y eso es peligroso.

Porque la comparación mata la motivación auténtica. Porque donde hay comparación, hay presión.
Y donde hay presión constante, a menudo aparece la inseguridad, la frustración o la soberbia.

🧭 ¿Y si cambiamos la mirada?

¿Qué pasaría si dejáramos de usar a otros niños como unidad de medida?
¿Qué pasaría si pusiéramos el foco en el proceso de cada uno, en sus talentos únicos, en sus tiempos, en sus pasiones?
Porque ningún niño crece más rápido ni aprende mejor por ser comparado. Pero sí lo hace cuando se siente acompañado, valorado y escuchado.

Educar no es hacer que sean “los mejores”. Es ayudarles a ser su mejor versión.
Y eso se logra con respeto, paciencia y mucha confianza en lo que cada uno lleva dentro.


✨ Recuerda:

Los hijos no son trofeos. No están aquí para cumplir con nuestras expectativas, sino para descubrir quiénes son, con libertad y sin comparaciones.

🔑 Claves para evitar las comparaciones entre hijos (propios o ajenos)

  1. Pon el foco en el proceso, no solo en el resultado.
    Valora el esfuerzo, el interés, la constancia… no solo las medallas o calificaciones.
  2. Evita frases como “¿Por qué no haces como…?”
    Sustitúyela por “¿Qué te gustaría mejorar?” o “¿Cómo crees que puedes hacerlo mejor?”.
  3. Celebra lo individual.
    Cada niño tiene sus ritmos, talentos y maneras de aprender. Respétalo.
  4. Habla con otros padres desde la humildad, no desde la competencia.
    Compartir no es presumir. Intercambiar experiencias no es competir por logros.
  5. Recuerda que tu hijo no es tu reflejo.
    Es una persona distinta, única, con su propio camino.
  6. Modela con tu actitud.
    Si tú no te comparas ni mides tu valor por los logros de otros, él/ella tampoco lo hará.
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