Hay gestos sencillos que revelan más de lo que parece. Uno de ellos es el saludo.
En cualquier profesión puede pasar que algunas personas entren al trabajo y saluden solo a unos pocos, ignorando al resto. Pero cuando eso ocurre en el ámbito educativo, el impacto es mayor. Porque educar no es solo transmitir conocimiento, sino también modelar respeto, empatía y convivencia.
El mensaje detrás de un gesto
No saludar no siempre es sinónimo de mala educación; a veces es distracción, prisas o timidez. Pero cuando se convierte en un hábito selectivo —saludo a unos sí y a otros no—, se transforma en un acto que comunica exclusión.
Y esa actitud, en un entorno que forma a niños y jóvenes, rompe la coherencia entre lo que se enseña y lo que se practica.
Los alumnos observan. Ven cómo nos relacionamos entre adultos. Perciben quién se acerca con una sonrisa y quién pasa sin mirar. Y aprenden de eso.
La cultura del saludo es también cultura de respeto.
Cuando ocurre entre docentes
En educación, todos formamos parte del mismo proyecto: contribuir al bienestar y aprendizaje del alumnado. Sin embargo, los pequeños gestos pueden crear “islas” dentro del claustro, donde algunos se sienten ignorados o menospreciados.
No se trata de exigir simpatía, sino de fomentar un mínimo de reconocimiento humano, ese que dice “te veo, existes, compartimos espacio”.
💡 Claves para tratar a este tipo de personas
- No te lo tomes como algo personal.
Muchas veces el comportamiento del otro refleja su mundo interior, no tu valor como persona. - Saluda tú, siempre.
No esperes reciprocidad. Mantener tu educación y amabilidad te da poder emocional. - Observa patrones, no momentos.
Si alguien un día no saluda, no lo etiquetes. Pero si es constante, identifica que es su forma de relacionarse, no la tuya. - Practica la empatía con límites.
A veces hay motivos (timidez, inseguridad, estrés). Empatiza, pero sin justificar la falta de respeto. - Cuida tu entorno emocional.
Rodéate de compañeros con energía positiva y constructiva. No inviertas energía en quienes no aportan bienestar. - Sé ejemplo.
En la escuela, cada gesto es educativo. Tu coherencia puede influir más que cualquier sermón.
Saludar, sonreír o mirar a los ojos es una lección silenciosa para alumnos y adultos.
En definitiva…
Un “buenos días” puede parecer poca cosa, pero es una semilla de convivencia.
Cuando se planta cada mañana, florece el respeto.
Y cuando se omite, deja espacios vacíos donde la indiferencia crece.
Educar también es eso: mirar al otro y reconocerlo. Porque la educación empieza mucho antes del timbre… empieza con un saludo.

